Terrorismo
Los medios de comunicación
y el cuarto jinete del apocalipsis


Lic. Andrea Fridegotto
Con la caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y la despolarización de Oriente y Occidente, se generó un fenómeno denominado “globalización”, lo que permitió reducir las brechas de educación, comunicación e información acelerando enormemente la evolución de los seres humanos. Ahora bien, al manifestarse en todo el mundo, los grupos terroristas supieron aprovecharse de este proceso para obtener un alcance más directo sobre sus víctimas. La comunidad internacional se enfrenta de esta manera a una nueva categorización de la lucha contra el terrorismo. El hecho que la mayoría de las infraestructuras dependan de la tecnología y del Internet, transforma las potenciales redes en el “talón de Aquiles” de la sociedad moderna.
El terrorismo internacional tomó, como nueva forma de manifestación, el escenario que le proporcionaron los medios de comunicación en masa y las redes sociales, como herramienta de difusión directa y efectiva de sus acciones para sembrar el miedo y así llegar a cambiar el paradigma político, social, económico e incluso religioso previamente establecido. A su vez, se ha generado una relación de interdependencia, ya que, los medios de comunicación son conscientes de la creciente necesidad de información de la población, favoreciendo, inevitablemente, la difusión masiva de las actividades de los grupos terroristas, que generan acciones cada vez más violentas, las cuales transmiten con el objetivo de obtener mayores ingresos y demanda.
Este nuevo tipo de guerra, irrumpe con fuerza tras el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, en el corazón financiero de Nueva York, donde se registraron más de 3000 víctimas producto del impacto de dos aviones contra las Torres Gemelas, y la posterior caída y destrucción del World Trade Center. Estos hechos, sin lugar a dudas, marcaron el comienzo del terrorismo internacional como se conoce hoy día; donde intervienen elementos cibernéticos, tecnológicos e intangibles, además del papel fundamental de los medios como nexo fundamental entre los terroristas y sus víctimas. Es difícil concebir el desarrollo diario de los individuos en pleno siglo XXI, sin ningún tipo de acceso a la información en cualquier parte del mundo. Sin embargo, es esta misma accesibilidad a los hechos, inclusive a los actos terroristas, en tiempo real, lo que nos hace más vulnerables a ser posibles víctimas.
Existe a su vez, un nuevo y más eficiente reclutamiento de militantes a través de las redes sociales y muy especialmente entre los jóvenes, quienes invierten aproximadamente 20 horas semanales en varias plataformas de internet. Es a través de estas nuevas plataformas que se incentiva un supuesto enfrentamiento religioso, que dista bastante de los principios seculares propios de la religión en su sentido más amplio y universal, donde los autores hacen uso, descontextualizado y manipulado, de escritos religiosos para justificar sus actos violentos empleando imágenes apocalípticas.
Otros grupos se consideran terroristas por el reconocimiento internacional de sus acciones y su envergadura, así como por la difusión masiva de sus actos a escala gobal. Tal es el caso de los atentados ocurridos en París durante el año 2015. En enero de ese año, Al Qaeda secuestró y asesinó a varios caricaturistas de la revista “Charlie Hebdo”. En noviembre, ISIS realizó atentados con explosiones simultáneas en diversas zonas de la ciudad, seguido por un tiroteo en el Teatro “Le Bataclán”, dejando un saldo de más de 300 víctimas fatales. Acciones que se hicieron sentir en Francia y provocaron un llamado de alerta a la comunidad europea y a los Estados del Medio Oriente.
El incremento notorio del consumo de medios de comunicación y redes sociales cuando ocurre un atentado es lo que sugiere una posible, problemática y perversa relación “simbiótica” entre estos actores, dado que los ingresos de los medios, por la difusión de actos terroristas se triplican, se dificulta la canalización de información veraz y confiable y se favorece la expansión del miedo y el caos que generan estos hechos violentos, creando así una herramienta táctica fundamental al servicio de los terroristas.
Pocos han sido los reconocimientos de la comunidad internacional en su conjunto sobre este proceso de interdependencia. Las organizaciones internacionales tienen que adoptar un enfoque más sistemático y activo a la hora de gestionar un plan de lucha efectiva contra el terrorismo y la difusión de sus actividades, donde la información debe tener el mayor peso. Si bien, se han enfocado mucho más en evitar el financiamiento de estos grupos violentos, penalizar, proteger y responder efectivamente a las víctimas, en algunos casos, no es suficiente asumir la actividad terrorista, como una variante más de interacción con los otros “jinetes del apocalipsis”, el crimen organizado, la corrupción y el narcotráfico. Es por esto que se hace hincapié en la importancia de incluir al terrorismo dentro de la jurisdicción del Derecho Penal Internacional, al alcance de la Corte Penal Internacional en La Haya.
Debemos resaltar que si bien, ciertas acciones terroristas son en nombre de la religión, estas no representan un grupo religioso, cultural, social o político determinado. Varios Estados han sido catalogados de terroristas por propaganda mal fundada, pero eso no significa que sean internacionalmente reconocidos como tal. En la mayoría de los casos, son los que sufren grandes pérdidas de población civil al año, por la proliferación de este tipo de ataques.
Muchos afirman que el terrorismo internacional en su esencia, no tiene fin en un futuro cercano. Es importante resaltar, que este fenómeno no se debe únicamente a la globalización, ya que influye la radicalización de diversos grupos religiosos en una determinada sociedad, entre otros múltiples factores. Sin duda, la tolerancia y el diálogo son fundamentales para cambiar esta dura realidad que acecha a la sociedad.
Queda de parte de los profesionales en la materia, el transmitir la información de manera veraz y eficaz, disipar el terror y la incertidumbre, tanto como sea posible, ya que, el mayor aporte a la prevención lo podemos hacer nosotroscomo ciudadanos.